sábado, 16 de octubre de 2010

Carta abierta a la comunidad parroquial de El Salvador de Cocentaina, CON MOTIVO DEL MES DE OCTUBRE.

Estamos inmersos en pleno mes de octubre. El mes que es como el puente o senda que nos introduce no sólo en el comienzo de un nuevo curso escolar, sino también litúrgico e incluso en esta estación climatológica llamada el otoño y en nuestra lengua materna “l’atardor”. Época del año de cambios climatológicos fuertes, de la caída de las hojas de los árboles de hoja caduca, y maduración de aquellos frutos que son recogidos en los momentos fríos del invierno. Libro de la naturaleza abierto para el aprendizaje del ser humano.

En este mes en la comunidad eclesial se dan inicios a las actividades parroquiales que van a ir avanzando en el transcurso del otoño, invierno y primavera para ir produciendo los frutos adecuados. En esos inicios del mes de octubre quisiera destacar dos momentos.
Primero: La oración del Santo Rosario que como tan bellamente expresaba Benedicto XVI en su intervención antes de rezar el Ángelus, el día 1 octubre de 2006, primer día del mes que la Iglesia dedica tradicionalmente al Rosario, recordó, como todos los años por las mismas fechas, la esencia de esta oración. «Es como si, cada año, Nuestra Señora nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan sencilla y profunda». El Rosario «oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura», es «la oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, en el seguimiento de Jesús, precedido por María». Invitó el Papa «a rezar el Rosario durante este mes en familia» y en esas otras familias espirituales más amplias, «en las comunidades y en las parroquias», «por las intenciones del Papa, por la misión de la Iglesia y por la paz del mundo».

Es por este motivo por el que me ha llevado a iniciar la eucaristía con niños y familias cristianas sustituyendo este mes de octubre la liturgia de la palabra del domingo por la palabra que se nos propone en el rezo del Santo Rosario, quizás no sea lo más oportuno, pero si que es manifestación de mi deseo de unirme al deseo de nuestro Santo Padre en la oración que quizás más ha evangelizado en el transcurso de nuestra historia. Con el fin de explicar la belleza de esta oración rezada en familia y en comunidad parroquial. No relegarla sólo a los rezos de difuntos, que está muy bien. Pues esta es la oración que acompaña a la Iglesia incluso en las grandes tribulaciones. Un servidor os asemejaría esta oración a la misma que llevó en su día Moisés, en el alto del monte “cuando en aquellos días, Amelec vino y atacó a los Israelitas en Rafidín”… es por todos sabido que “mientras Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel… como le pesaban las manos le pusieron unas piedras para que se sentase: Aarón y Jur le sostenían los brazos, Así estuvo hasta la puesta del Sol. Josué derrotó a Amaelc y a su tropa”. Ex 17, 11-13 Moisés levantó las manos ante el Señor, aquellas manos que sostenían el cayado de Dios. Pero el notaba el cansancio, el don era de Dios, pero no sólo el deseo de Moisés sino también la participación, el apoyo no sólo morar sino efectivo de Aarón y Jur sosteniéndole las manos. Del mismo modo el Rosario viene a expresar la intercesión de María ante el creador en comunión con Cristo que clama a favor nuestro. Y es necesaria la piedra en donde descansar en esta ocasión nuestras manos, alzadas de nuevo por la cercanía de la familia y la comunidad eclesial.

La oración del rosario nos ha de llevar a la escucha de la palabra de Dios, como dice San Pablo a Timoteo “Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado; sabiendo de quién lo aprendiste, y que de niño conoces la Sagrada Escritura: Ella puede darte la sabiduría que por la fe en Cristo conduce a la salvación” 2Tim 3, 14-15. Para desde ahí a tener una actitud constante de ser en medio del mundo testigo predilecto del Señor: “ Insiste a tiempo y destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda comprensión y pedagogía” 2 Tim 4, 1-2 . Por esto mismo el Rezo del Rosario se convierte para nosotros en escuela de pedagogía, de serenidad ante la vida, de ser conscientes de que la victoria es de Nuestro Dios.

Sólo desde esta experiencia podemos rezar el salmo donde se expresa que el verdadero auxilio es el que procede de Dios, Salmo 120.

Segundo: El Domund. Domingo mundial de la propagación de la fe. Tanto la oración del Santo Rosario como la Iglesia en misión no se pueden separar, es como la imagen del hombre creyente desde el génesis de la creación, hombre y mujer los creó. Imagen del diálogo fecundo y creador. Tengo una imagen grabada en mi retina, cuando el pasado lunes día 11 de octubre enterrábamos un sacerdote, D. Pedro en Bocairent, entre sus manos le pusieron la cruz, quizás aquella que recibió cuando marchó a la misiones en Argentina, a la parroquia de Nuestra Señora de Luján, y entre sus dedos el Rosario, que como dijo D. Carlos en la homilía exquial tantas veces desgranaría entre sus dedos.

Mi deseo como vuestro párroco es que revivamos nuestro deseo de ser Iglesia en misión unidos en María, la primer misionera, la que se puso en camino, en disponibilidad para con el plan salvador de Dios.

Mossén Ramón Micó Colomer
Casa Abadia de Cocentaina 16 de octubre de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario