miércoles, 10 de noviembre de 2010

EN EL CONJUNTO DE LA EXPOSICIÓN DE NICOLÁS BORRÁS

RETABLO DE LAS ALMAS ( por devoción popular) CRISTO DE LA SANGRE – PARROQUIA DE EL SAVADOR ( Cocentaina)
( por Hernández Guardiola).

Atribuido a la Escuela de Ribalta (Solsona 1565 – Valencia 1628). Pintura sobre lienzo 228 x 153 cm. Primera década del S. XVII.

CUSTODIA DE EL SALVADOR.

Atribuida a Estanislao Martínez Hernández. Plata blanca dorada, fundida, repujada, cincelada y grabada. 95 cm de altura y 35 de diámetro del ostensorio. Marcas: en pestañas de pie, L coronada, Eo/MART, y otra ilegible. Ultimo tercio del S. XVIII.

CÁLICES DE LA PARROQUIA DE EL SALVADOR DE CONCETAINA Y COPONES.

Destacar en primer lugar cáliz y copón de plata dorada posiblemente al fuego posiblemente del S. XVII, donde se puede destacar el escudo de la villa condal de Cocentaina.

En segundo lugar los dos cálices más o menos similares de plata de fines del S. XVIII, en uno de ellos se puede leer la fecha y la pertenencia al parroquia de San Salvador de Cocentaina.

En tercer y último lugar un copón con remate en Cruz, al parecer del S. XVII y la parte inferior o pie posiblemente añadido en el XIX y de cobre.

CAPILLA DE SAN ANTONIO.

Para situar a Nicolás Borrás en su ambiente social y religioso hemos de volver la mirada a este lugar cuna del inicio de la devoción a la Virgen del Milagro, lugar donde se produjo el Milagro de las lágrimas en el transcurso de la Eucaristía en 1520. Fueron los años quizás incipientes, humildes y sencillos de lo que será después, con el paso del tiempo, una gran ocasión donde la Virgen Madre nos llevará a su hijo presente real y sustancialmente en la Eucaristía. Años de controversias, de grandes cambios, de un renacimiento que era como el descubrimiento de la luz frente a la tiniebla de finales de la edad Media, y a su vez estos hombres serán puente que llevarán hasta el barroco la luz incipiente en la aurora de lo que será el siglo de Oro Contestano.

Por este motivo en el retablo que después acompañaría a la Virgen María del Milagro antes de construir el Monasterio de la Mare de Déu, pintado por Nicolas Borrás, en la predela, en la tabla central hayamos la institución de la Eucaristía. Lugar donde el sacerdote fijará la mirada entre el ara del altar y la forma sostenida por sus dedos antes de ser elevada, donde la Mare de Déu se convierte en la Aurora que nos anuncia a Jesucristo autor de la vida. Por este motivo en medio de la nave de la recoleta capilla de San Antonio, ante la mirada del Padre Eterno situamos con elegancia, las distintas custodias, cálices, copones, que son sin duda la manifestación del amor de este pueblo a la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Y en esta misma sala no puede faltar la bula de constitución de la cofradía del Santísimo Sacramento de la Parroquia Madre de Santa María de Cocentaina que a su vez irradiará la constitución en el transcurso de los años de distintas cofradías tanto en la Mare de Déu, nuestros hermanos Franciscanos así como en la parroquia de el Salvador, de ahí que reciba el nombre de Archicofradía.

Hay un pequeño detalle que no nos puede pasar por alto, en bronce una imagen de Jesús en el huerto, “si es posible que pase de mí, este cáliz”. Y la cruz parroquial de Santa María que viene ha reforzar la idea de la eucaristía “Cuerpo que se entrega y sangre que se derrama”.

Es sin duda la capilla de San Antonio, la capilla de la contemplación, de la mística, de la unión del hombre con el creador “ contempladlo y quedareis radiantes”. Esta es sin duda la sala donde el creyente ha de conectar con el ser y sentir de Nicolás Borrás, para poder entender, comprender y asimilar el mensaje catequético que Nicolás Borrás ha dejado en el transcurso de la historia.

SALA DEL CUADRO DE LAS ALMAS Y EL CRISTO DEL LLAURADORS.

Hemos de situar a Nicolás Borrás dentro de la que será la contrarreforma. Y en este momento surgen y todavía hoy perduran tres cofradías que marcarán la espiritualidad de esos siglos. Se constituye en la misma época La Cofradía de Minerva, llamada así porque tiene sus orígenes en la Iglesia construida sobre el antiguo templo romano dedicado a la diosa Minerva, diosa de la Guerra, y dedicada en esta ocasión a la Eucaristía, con el fin de potenciar el culto a la Eucaristía y como desagravio por las ideas protestantes. Por ello se irá extendiendo por todo el orbe católico.

Surge otra cofradía que es la de el Santo Rosario o “Roser”, cuyo fin es la de enterrar, dar cristiana sepultura a las personas más pobres. Y en tercer lugar aquí en Valencia surge la devoción a la Santísima Sangre, cuyo fin será crear como pequeños hospitales o lugares de acogida para enfermos…etc.

Estas tres cofradías serán a su vez impulsadas por distintas órdenes mendicantes. El “Roser” será potenciada por los Dominicos y la “Sang” por los Terciarios Capuchinos.

En este caso nos encontramos en la misma sala la imagen del Cristo dels Llauradors y de frente el cuadro les Ànimes y un pequeño lienzo de la Mare de Déu dels Roser.

Sobre el cuadro de las almas decir que aparece la imagen Cristo que derrama la Sangre por la salvación de todas las Almas. Como el bautismo, ya que no sólo nos libera del pecado original sino que en este caso será por la actualización de misterio de la redención que se realiza en la celebración de la Santa Misa. De ahí que en la parte derecha aparezca el Papa Gregorio como bautizando. Haciendo relación a las treinta misas gregorianas que se celebraban por los difuntos. Y en la parte izquierda la intercesión del Seráfico Padre San Francisco que con el cordón franciscano intenta salvar las almas que se han apartado de Dios. De ahí que queden de manifiesto dos ideas el vivir el espíritu franciscano, la tercera orden nos ha de llevar al cielo, y la intercesión, el colocar a nuestros hermanos en la parte oferente de la misa limpia los pecados y nos ayudan a llegar al cielo, mientras aparece en la parte superior el vivir junto con María, los Santos y la Trinidad. En la parte inferior el deseo de Dios y nuestra realidad de pecado y de lejanía crea un deseo tan grande que en nuestro interior es como fuego que arde… más que como fuego que nos consume o atormente. Fuego entendido como el deseo. Como el mismo San Agustín expresará “Mi corazón esta inquieto, ardiente, y no descasará hasta que me encuentre en ti.”.

Atentamente Mossén Ramón Micó i Colomer, párroco de El Salvador de Cocentaina

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